LGE, LOGSE, LOE, LOMCE… Da igual las siglas y el tiempo que haya pasado desde la primera ley de educación en 1970 a la última de hace unos años. En todos los casos han sido polémicas por aspectos relacionados con los conciertos educativos, la religión en las aulas o la que pretendió ser la sustituta de la ética: educación para la ciudadanía. Pero en ninguno prestaron atención a un aspecto esencial en el desarrollo de la persona en el mundo como es el emprendimiento y el manejo del dinero.
Es cierto que hoy hay colegios que aun respetando estrictamente el currículo dictado en la ley en vigor, utilizan herramientas que no son las convencionales y van más allá del libro para atreverse a hablar de tú a tú con las nuevas tecnologías, desarrollar las inteligencias múltiples y llevar al aula el ajedrez o los legos y experimentar con los proyectos como forma de aprendizaje.
Sin embargo, tampoco estos han asumido la necesidad de desarrollar el espíritu emprendedor de los niños y se sigue pensando que hablar de dinero es de mal gusto y sólo válido para adornar los problemas de matemáticas, cuando la realidad es que el dinero forma parte –para bien o para mal- de nuestra supervivencia.
En nuestro país, acostumbrados como estamos a ser empleados, ya sea de lo público como funcionarios o de lo privado trabajando por cuenta ajena para otros, con los fondos para las pensiones cayendo en picado, con una mayor esperanza de vida, con la mujer plenamente integrada en el campo laboral ejerciendo un papel activo como trabajadoras y no relegadas a amas de casa como hace décadas, sin duda hay que abogar por un cambio de modelo en el que el emprendimiento no sea visto como algo para valientes sino como una opción válida con un decidido apoyo por parte de la administración y que sea promocionado desde épocas tempranas y dentro del mismo sistema educativo.
Hablar de dinero, de economía, de sostenibilidad, de promoción, de venta, de ahorro, de empresa, de itinerarios, de cómo hacer un curriculum, de hablar en público, de vender una idea, de competencia… todo eso tienen que ser parte esencial del desarrollo de un escolar porque es imprescindible a día de hoy para salir ahí afuera a comerse el mundo sin ser devorado por él.
Así que… ¿a qué estamos esperando para iniciar el cambio? Podemos comenzar por nosotros mismos y empezar a transmitir esa inquietud emprendedora que tenemos a nuestros propios hijos. Os invito a hacerlo y también a que me contéis la experiencia.